martes, 8 de diciembre de 2009

Cómo pasa el tiempo.


Casi un mes sin escribir un post. Lo mismo para entrar en el blog y leer los que suele frecuentar. Es demasiado tiempo, piensa. No es que no haya sentido la querencia de hacerlo, el impulso en el pensamiento y un hormigueo imaginario en las yemas de los dedos. Es simplemente que ha actuado por voluntad propia, encerrado en la corrección de los primeros trescientos folios de la novela, que más que un placer se ha convertido en una maldición. Cada cual tiene su Capilla Sixtina.

La vida alrededor sigue su curso. No sucede nada sino es lo de cada día. Se ha recuperado el paisaje de la costa porque se ha salido a caminar por la playa, a seguir la senda de los acantilados, a visitar el puerto de pescadores de Santa Pola al caer de la tarde y a contemplar, con asombro el sobrevuelo del mar de las gaviotas y la rebatiña que forman cuando desde la borda, por popa, los pescadores arrojan despojos. Ellas van cada tarde a recibir a los barcos mar adentro, y cuando llegan a la bocana, por encima de ellos y siguiéndoles, como un enjambre de moscas, están las aves, perdida la compostura, impacientes por el bocado de la cena.

Por la tarde los folios esperan. Decenas, centenares de adjetivos, son borrados sin misericordia. Y frases enteras. Párrafos. Todo lo que sobra en el texto son los flecos de la inspiración arrebatada. Alguien dijo que hay que escribir una primera versión como sale de dentro, sin la menor contención; después hay que volver a escribir. Y volver. Y otra vez. Lo barroco sin sentido es un absurdo, no conduce a nada sino al aburrimiento. Del lector, incluso del escritor que al corregir es lector. Una mecánica distracción lleva a leer sin corregir, pasar por encima de lo suprimible sin percibirlo. Hay que dejarlo entonces: ir a la cocina, calentar agua para el té, salir a la terraza y mirar hacia el mar. Volver a empezar, si la página no está emborronada de muchas tachaduras, al acabar de repasarla, es que no se ha hecho bien la tarea.

Hace dos semanas les visitó su hija en el bosque. Ella hablaba y hablaba en la cocina, de su vida. Hablaba de la pareja, de la necesaria lucha por mantenerla. Ellos dos la escuchaban arrobados. Hablaba desde casi dos generaciones por delante y parecía sabía: libre y sabia. Él sintió un mordisco de envidia. ¡Ah, si hubiera sabido! O podido. ¿Quién sabe? Miraba el rostro de la muchacha hablando sin parar y, fue cosa de un instante la transformación, dejó de ver a la muchacha que siempre veía para estar frente a la mujer de treinta y cinco años que es ahora. Son cosas que pasan de tiempo en tiempo. ¿Desde cuándo es ella para ti?, se preguntó. Desde ahora mismo.

Ahora deja de escribir, porque espera la playa, el camino de arena húmeda, endurecida, en el que se abaten las olas.

13 comentarios:

  1. Es un trabajo muy duro el que estás haciendo, Luis, y a veces ingrato. Estoy segura de que obtendrás el resultado que quieres, el mejor resultado. Y ya estoy impaciente por conocerlo...
    El próximo sábado 12, presento en Sax la novela Dido reina de Cartago, a las 6,30, en la Casa Alberto Sols, que todo el mundo conoce. Si tienes ganas de despejarte un poco, me encantaría que vinieses...
    En cuanto a tu "ella"... ¿qué puedo decirte, si estoy a punto de convertirme en abuela yo misma ?
    Un abrazo muy fuerte y mucho ánimo.

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  2. Una entrada muy bella, Luis, y muy interesante, me emociona lo que has escrito sobre tu hija. Espero que cuando publiques tu novela nos lo comuniques a los amigos. Sobre el ejercicio de podar y escardar lo escrito ya sabes que estoy absolutamente de acuerdo contigo: no hay mayor pecado que lo superfluo. Un abrazo.

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  3. Isabel, todavía no hemos decidido si nos iremos de aquí el viernes o el martes. Todo depende de un hecho que todavía no está confirmado.
    Si estoy iré, con seguridad.

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  4. Gracias, Jesús. Claro está que "cuando la publique", y eso se verá, lo comunicaré.

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  5. tengo detenida la lectura de la Máscara de Hilarion porquè me dijiste la última vez (tiempo ha) que queries efectuar una serie de cambios sustanciales....¿sigo? o espero, a mi me gustaba tal quan lo que lei hasta la pàgina 70, más que nada lo digo por Tito Pomponio Ático al que tengo ahi abandonado....

    un abrazo

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  6. Francesc: espera y deja un poco a Ático en salmuera. Hay muchos cambios en el orden y en la forma. Y gracias por la fé.

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  7. No se que me decía que este silencio en el bosque tendría que ser por otros silencios que te atrapaban...

    Me alegro que sigas en el tajo, teclado en ristre.
    Un abrazo

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  8. Yo he llegado a la conclusión de que las mejores aliadas del estilo son las tijeras, y su peor enemigo, la inspiración.
    De hecho estilo viene de estilete.
    Josep Maria Espinàs me comentaba no hace mucho que no hay libro que no gane el doble recortándolo por la cintura. Yo no diría tanto. Si que diría que el mejor estilo es el que no se impone al ritm de la lectura.
    Un abrazo muy cordial.

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  9. Ellas (y ellos) ventilarán sus propios caminos, y nosotros (en realidad cada cual), seguimos teniendo por delante el nuestro

    Claro que de haber sabido hubiéramos hecho cosas diferentes, ¡pero eso es trampa!. Existe una frase sencilla y simplona que por simplona me aplico frecuentemente a mi mismo:

    Hice realmente lo mejor que pude (o casi) con mi capacidad de aquel momento

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  10. Claro, celebrador, la frase funciona, pero siempre es la respuesta a una pregunta. Y además, ya ¿que más da?

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  11. Es índice de una pérdida de concentración en el momento

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