viernes, 18 de septiembre de 2009

La magia de lo ignorado


No es una pequeñez sino un deslumbramiento. En la ladera pelada que sube reptando sobre un celaje de intenso azul cielo, la fábrica de la ermita se mantiene solitaria, de muros ciegos, una ventana en el plano que corresponde a un ábside y un hermoso arco de herradura por única entrada. Tanta soledad, esterilidad, tal simpleza en la composición que es de suyo tan magnífica y absoluta en ello, no lo eran en un principio, sino que entonces, en tiempos de romances de armas, de yermo fronterizo entre el islam y lo cristiano, el bosque cubría esta ladera y a la ermita la acompañaban las dependencias de un cenobio.



Hay quien ha escrito que es la más musulmana de las construcciones de frontera y debe ser así, levantada por mozárabes, no deja ver el exterior, ni ver ni adivinar o simplemente sospechar, lo que da el interior cuando el visitante traspasa el arco y queda sobrecogido por un vasto espacio abierto en cuyo centro ofrece en mamposteria una enorme y soberbia palmera que abre en lo alto ocho ramas que soportan el techo al tiempo que esconden una abertura que parece sin razón, pero alguna tendría, que se abre paso por el bajo techado.



A un lado de la palmera una a modo de nave de mezquita inserta, cinco galerías de formadas por arcos que esconden la entrada a una cueva, lugar santo tal vez, o de eremita sería. Al otro lado una nave vacía se enfrentra a un ábside en cuyo interior se alojó un altar. En los muros queda hoy la impronta, huell,a de una total covertura de pinturas que reunían geometrías, bestiarios, escenas de cazas y temas religiosos. El fuste de la columna azul, con inumerables estrellas brillando. Se escribe impronta porque eso es lo que queda uando se arrebata la capa exterior de la pintura, que ahora se expone en Cincinatti, Chicago, y otros lugares de por alli. El expolío fue en 1925, cuando la ermita era ya monumento nacional.



Fue en el siglo X, cuando esta zona marcaba la frontera entre las dos culturas. Poco se sabe, casi nada, y a veces lo uno contradice lo otro, pero piensa el Hombre del Prado que saber poco, incluso ignorar lo esencial, conduce a más esenciales pensamientos, que habitan magias probables. Un mundo de sincretismo vago, poco conocido, podía recorrer esos lugares de frontera en los que entre uno y otro dios, uno y único, bondadoso y terrible, poca diferencia había.

Este encuentro fue veinticuatro horas antes de que el nuevo Saulo cayera del caballo. En San Baudelio de Berlanga, municipio de Casillas de Berlanga, en tierras de Soria.

4 comentarios:

  1. Visité San Baudelio hace dos o tres años, y quedé asombrada y fascinada. Desde entonces lo he recomendado a todos mis amigos que se acercaban a tierras sorianas. Un abrazo muy fuerte, querido amigo.

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  2. Gracias, Isabel. Te devuelvo el abrazo con enorme placer. Si, es cierto, la fascinación fue instantánea, ver y sentirla.

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  3. Ese es un destino que tengo pendiente, amigo. Y ahora me entran premuras...

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  4. Luri: esta edición de Las Edades... es extraordinaria. Además está el paisaje sorianos. Y las dos pequeñas sedes añadidas, San Baudelio y San Miguel. Si decides viajar y quieres, avísame. pero no antes de treinta o cuarenta días, claro...

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