Pero ¿que es ser de allí? Existe una geografía íntima que se reconoce cuando nunca fue otra cosa que lo imaginado: los colores, las luces, la parte sombría de la fotografía y finalmente el sujeto que reclama la atención. Añade el sonido que se dejó al pasar, una voz que dijo lo nimio, la banalidad que no estaba dirigida al paseante. Nada más solitario que el deambula entre lo desconocido que no parece serlo.
En el círculo cerrado de la plazuela las sillas se ofrecen a la fatiga y nadie se habla aposentado en ellas. Un banco de piedra, un poyo contra el muro, la carpintería urbana de unos asientos que permanecen inamovibles. Cada cual que se siente es un paisaje nuevo. Uno desconocido habla desde un teléfono al fondo y extiende una línea hacia los otros mundos, que están aquí. Se alcanza a oír la voz que llega en ráfagas de silencios: yo estoy bien, dice. ¿Te ha llegado el giro?
Y luego está la fatiga, la anónima sensación de no ser nadie para los demás; si una para su fatiga, o para su pensar. Anónima para sí misma, se ensimisma y ofrece su cansina belleza a los demás. En la mano el teléfono: ¿a quien va a llamar? ¿O ya lo ha hecho? ¿No hay más que decir? Solamente cabe pasar de largo.
La ciudad es un millón de cosas, decia Arribas Castro, todon son parte de ella, los que la habitan y los forateros, porquè se me hace dificil ser forastero en una ciudad.
ResponderEliminarFRabncesc: a veces pienso que no nos sentimos forasteros en una ciudad, porque todos lo somos, en cuanto salimos del barrio, pequeño y acotado, en que vivimos. Una ciudad es una calle y una enorme extraradio.
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