miércoles, 20 de enero de 2010

Los Túmulos Funerarios


Un rastro de vida, huellas de humanidad, el rastro de lo que está habitado antes de que todo se disuelva en una ruina. A menos de un kilómetro del pueblo en el que se tomaron estas dos fotografías, se mantiene cercado un túmulo prehistórico. El visitante que quiera verlo tendrá que caminar o conducir, por la ladera que sube a un altozano sobre el río, una distancia de un par de kilómetros. El desvío está señalado con un giro a la izquierda según se llega desde Urraca Miguel, por una pista que es un barrizal por causa de las lluvias y la nieve, que se ha deshecho. Entre los dos pueblos solo existe este camino directo, que ninguna administración se ha ocupado en asfaltar. El camino por carretera moderna obliga a llegar a la general de Ávila, girar en dirección a Madrid y tomar luego un desvío a la derecha, que sí conduce a Mediana.

El coche patina, las ruedas despiden pegotes de fango, en algún repecho parece dudar la tracción si seguir o no, el cielo encapotado oscurece el paisaje que se abre a los pies en una insólita amplitud y en lo alto, el cercado que guarda los restos se planta en el lateral que inicia una amplia meseta en la que manchas de arbolado invernal se diseminan entre el pastizal. Los responsables arqueológicos de la provincia han cuidado de señalar con precisión: Túmulo Funerario Prehistórico. En él se explica lo que fue. Ahora es una círculo de hierba, preciso, que se eleva desde el borde al nivel del suelo, hasta el vértice, no más de sesenta o setenta centímetros de altura. Es solamente eso, una mínima elevación, dos metros de diámetro a lo sumo. Sobre él cabe suponer un suelo de pizarras, un muro de piedra, un techado, una cámara funeraria. La base es la única huella: tierra apisonada y hierba.

Hace muchos años, sobre los 50, el Hombre del Prado visitaba en el Pueblo Español de Barcelona, una reproducción de una masia catalana: maniquiés y decorados trataban de mostrar al visitante una reproducción de lo que era el campo, o la vida en el campo. Estaba todo, con prolijo detalle. Aperos de labranza, herramientas, utensilios de cocina, ropas, todo lo que era en detalle el paisaje hogareño de otros tiempos. Más o menos, cuando se construyó aquel lugar en la montaña de Montjuich, Julio Camba escribia aquella estupenda greguería: "el campo es el lugar en que los pollos corren crudos". Ya entonces se entendía que una forma de vivir en el campo iba quedando arrumbada para los museos.

Mediados los 80, visitó una isla en Noruega, en la que se conservaba un antiguo pueblo de bacaladeros. Todo estaba como estuvo, calles, casas, también maniquies, mobiliario, todo era un rastro del pasado, en esta ocasión con objetos originales. Las prensas y los secaderos para los lomos del pescado, los bidones para el aceite, las camas de madera, literas toscas y una sobria decoración hija de la pobreza. Un guía iba desgranando aquella manera de vivir que ya era pasado, en un tiempo presente en que la extracción de petroleo en el mar del Norte y las granjas de salmón, trasnformaban al país y lo metían de lleno en la modernidad cosmopolita. El abuelo del joven noruego había sido uno de los habitantes de aquella isla. Ibar Scholberg, que le acompañaba, le explicó como había nacido en las Lofoten y podido alcanzar a ver parte de esa vida, metida ahora en la burbuja de la visita turística. La madre, octogenaria, vivía todavía allí y había cambiado la vieja casa por una magnífica residencia de los servicios sociales.

Ante la fachada en ruínas que se encuentra en la plaza de Mediana, se acordó de toda esto, o sentó las bases para que el recuerdo fluyera en el momento de sentarse a escribir. La puerta y la ventana nada ocultan, nada dejan de mostrar aunque nadie observe ya los interiores, desnudos del todo, aires herrumbosos de lo que fue. Una fachada así no puede menos que suscitarle una enorme melancolía, que es la que produce asomarse a lo triste: lo triste sin historia, sin contenido, lo triste como reflejo mecánico de una visión. Se trata del orgulloso aire de la ruina enhiesta todavía, que si no da con ella en tierra una máquina, o un plan de urbanismo, se mantendrá por los tiempos venideros hasta quedar señalizada como el milenario túmulo funerario.

Dio entonces en pensar que hace miles de años, o cientos, muchos, váyase a saber, que el campo está muriendo de vejez, solamente de vejez. Y se van dejando rastros de lo que fue, no sabe muy bien el Hombre del Prado para qué, a santo de qué esta mania de señalarlo todo y datarlo, empeñados en que siga siendo lo que siempre ha sido: el constante convertirse en una ruína abandonada.

Saliendo de la Plaza Mayor una fachada muestra al sol una colada extendida esperando con paciencia el secado. Un gato blanco se arrebuja contra la puerta. La visión le parece idílica. Hay vida, se dice, todavía hay vida aquí.

5 comentarios:

  1. Así es y aún más, el interés 'etnológico' por el campo es totalmente urbano.

    Hace un tiempo estuve unos días con un grupo cerca de un pequeño pueblo de la Garrotxa, con pocas casas, la mayoría segundas residencias muy típicas y tópicas. Una de las masías, la única 'viva' con granjas de animales al lado es, precisamente, de unos parientes lejanos míos. La gente que venía conmigo iba comentado la belleza de las casitas deshabitadas de fin de semana (eso, con suerte). Al ver la 'real' más de uno comentó 'esa, que fea, en cambio'. La vida real produce humo, grasa, malos olores, ropa tendida y moscas. Estamos convertiendo el mundo occidental en una serie de parques temáticos.

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  2. Exacto, Julia. Y yo deambulo por el Parque Temático de la Sierra de Malagón y parezco a veces un extraterrestre.

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  3. Independientemente de tus letras que siempre me dejan pensando, hoy quiero detenerme ante tus fotos. Me gustan mucho. La del tendedero es especial. Alguna vez publiqué una colectiva de tendederos. Ya es hora que vuelva a recopilar.

    Tu banner también es hermoso.

    No te olvido querido mío.

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  4. Ni yo a ti, Clarice. Y estoy de acuerdo en la del tendedero, donde la casualidad ha reunido tanta infotrmación en una imagen. Desde el gato a la lencneria, la geometria y la arquitectura, todo explica.

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  5. Fue un escrito muy conmovedor, me gusto pero conmovedor y eso es lo importante que logres transmitirnos lo que quiero expresarnos.

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