domingo, 17 de enero de 2010

La Mirada Tópica.

Otero a la salida de Urraco Miguel (Segovia)


Fue cosa del silencio que mantiene, de la idea de tener que felicitar el año. Lo cierto es que se ha abstenido de devolver felicitaciones de navidad; hace algunos años que no lo hace, y el proceso natural de selección ha dejado a tres o cuatro corresponsales esforzados y considerados, además de los bancos con los que mantiene cuenta abierta, la compañía de electricidad, telefónica y el corte inglés, siempre tan considerado... Y quería hacerlo en esto del blog, porque estaba llegando al final de dos pensamientos que debían, así sentía que iba a pasar, converger:

Uno es que es inútil felicitar algo nuevo que nunca lo es, porque no puede ser nuevo aquello que permanece y continúa. Y dos: el blog anterior, sin ideas concretas sobre él, le agobiaba y sentía que faltaba a la mínima corrección para con aquellos pocos amigos fieles. ¿Los llama amigos? ¡Claro! ¿Así los siente! Ellos si le han enviado, por correo o desde el último post un cariñoso saludo, y el Hombre del Prado, taciturno como de habitual, o sombrío y desde luego enredado en sus oscuridades. ¡Vaya uno a saber!

Desde siempre ha tenido una idea fija en la cabeza: acerca de esto del escribir, no hacerlo si no se sabe el qué. O para qué. O Porqué. A fin de cuentas, escribir es una habilidad que mejora con el tiempo; o empeora a veces, váyase a saber, pero es sobre todo una habilidad. Esa habilidad nace de una pulsión: la necesidad irresisitible de decir. La experiencia le ha enseñado al Hombre del Prado, y esta reflexión solo tiene valor y sentido para él, que la habilidad se puede convertir en banalidad y la pulsión desembocar en neurastenia. Una mirada irónica sobre sí mismo, si es que fuera capaz de proyectarla, le hace pensar que ha estado mejor callado durante tantos años. Hasta que empezó el blog anterior, que tuvo al fin y al cabo un efecto terapéutico, una larga y profunda confesión consigo mismo después de tantas decenas de años de no hincar su conciencia ni siquiera ante el espejo, para acabar descubriendo que todo lo aprendido es materia sobre nada, voluta de humo, o humo de pajas, o quien sabe qué.. Que uno cree que se construye a sí mismo desde lo más original, cuando la realidad es que los materiales se los dan para la obra, de serie y numerados para su mejor y más fácil colocación. Pues hasta que empezó el blog anterior no sintió la urgencia de escribir porque tenía algo, el inicio de un ovillo d el que cabe tirar para llegar al final: el corazón del ovillo es siempre el ultimo hilo sobre un vacío, la vida después de todo. perpo desovillar es una necesidad que está en las manos y estas conocen el gesto. Y al mismo tiempo surgió Ático: fue por ese tiempo que lo descubrió en el foro romano, debajo del arco de Augusto, junto a lo que queda del Templo de Vesta, donde fue a refugiarse Terencia cuando las proscripciones buscaban la cabeza de Cicerón, en aquel enero del 43 aC.

Pero aquel blog expiró, y sus esfuerzos por reanimarlo le llevaban al fracaso. De nuevo la habilidad, sin pulsión. ¿Qué decir? Es como acudir cada día al foro... Se puede hacer si uno se contenta con callar en ocasiones, pero si se empeña en hablar, y ni tiene discurso ni ideas, ¡que esfuerzo ímprobo! Y con el blog dando coletazos, llegaron las felicitaciones de año nuevo, una angustiosa cortesía, más angustiosa si cabe, pues tanto más la agradecía, tanto más sentía que les debía algo. ¿A que ese exilio de la virtual página en blanco? "¿No escribes en tu blog? Lo digo porque entro y veo que no...?" Pues, naturalmente que no. Si entras y no estoy es que no he ido, no cabe la menor duda.

Pero un día le miró a la cara un perro pequeño, delgado, solitario, en un pueblo de la sierra de Guadarrama, realmente en un contrafuerte de ella, yendo hacia Ávila. Él conducía: estaba la soledad dueña del sitio, nadie sino las almas aburridas de dos perros tomando una sombra de sol invernal, entre nevada y nevada, entre ventolera y lluvia- Le había dado por tomar un desvío a la derecha, que le llevó a un pueblo a través de ese otero de la fotografía, en el que unos chopos se alinean con vocación zen frente a un poste de la modernidad de ayer, .Un pueblo que sin estar abandonado estaba vacío, a salvo de dos perros dispares, comodón el uno, el grande,; y muy tenso y atento el pequeño, que no le quitó ojo en todo su vagar por la plaza, fotografiando el vacío, que lo es cuando no hay gente.

Ahí estaba aquello que se ocultaba a la mirada del hombre pues éste no estaba: ¡Ah, le permanencia oscura! Es frase de Sartre que le gusta mucho al del Prado, lo único del filósofo que le ha quedado en la cabeza. La permanencia oscura con dos perros guardianes. Ni un ladrido, ni un gruñido, la atención puesta en ese tipo que caminaba calle arriba y abajo, cámara de fotos en la mano, ojo avizor. El ojo percibió una ventana abierta y al volver a pasar la habían cerrado, algunos, alguien, algo, se recató: sería por no ver al extraño.

Y los perros allí, acomodados cada cual en su función, apoyados los lomos del uno en el otro, siempre en contacto, como los viejos matrimonoios en la cama que se buscan en un roce. Fue a sentarse en un poyete de piedra adosado a un muro de cantería, y les hacía fotos. Les hablaba como se habla a los que uno encuentra por el lugar e intuye prometedora , corta y amistosa charleta. ¿Cómo estáis? Yo me voy enseguida. ¿Que tal es este pueblo? ¿Os tratan bien? Me esperan a comer, si no me quedaría... La mirada del pequeño era toda interés, fija en él visitante; su tensión se adivinaba en un ligerísimo temblor de todo el cuerpo, un excitado temblor. El grandote nada, cabeceaba, bostezaba, dejaba reposar la cabeza sobre las patas delanteras y suspiraba de vez en cuando de aburrimiento, o satisfacción, que venía a ser una misma cosa. Pero el pequeño permanecía atento a las palabras y parecía querer corresponderlas.


Y entonces llegó la pulsión del blog, lo tuvo allí delante. Estaba en la mirada del perrillo que, según él, trataba de verle y comprenderle, aunque no lo sabía realmente. Cómo se puede interpretar la mirada de un perro que tiembla de excitación? Dió con la expresión justa, porque cayó en la cuenta de que estaba interpretando la mirada del perro desde la ignorancia más absoluta, desde el imposible conocimiento, era la suya una mirada tópica y ahí estaba, lo comprendió como el rayo, el que decir del blog, la razón para continuar: La Mirada Tópica. Escribiría sobre todo lo que la mirada, desarmada de conocimiento, fuera capaz de aventurar con la vanidad de creer que intuir es saber. El nuevo blog estaba ahí, en sus salidas por los pueblos de la sierra, tantos y tan olvidados que se dirían inexistentes, que a veces cuando entra en uno piensa en el Comala de Juan Rulfo, que además era fotógrafo; le pasó en Sotosalbos hace un par de meses, desierto de gentes al mediodía, que no vió a nadie en su deambular, cuando pensó que todos sus habitantes estaban convertidos en piedra en el pórtico de la ermita, tallados en la caliza: uno junto al otro, músico junto a guerrero, y al lado lavandera, panadero,.. Vete a saber que hacía el pueblo ahí arriba. Pero esto no lo pensó en la plaza del pueblo, sino al ver las fotografías en la pantalla del ordenador, cuando en vez de revelarlas él en la cubeta, del laboratorio se le revelaron a él en la pantalla.

He ahí, se dijo, La Mirada Tópica: la de la imagen desnuda extrayendo razones y sentimientos de la nada. Acepta que nada tiene que ver con la realidad y que ésta existe solamente cuando tropiezan dos miradas diversas. La realidad es confrontación, lo otro es una construcción sistemática hecha desde el interior de cada cultura en una, digamos, aceptación de las reglas de comprensión, algo de esto se ha dicho más arriba. Esta mirada tópica que se pretende fotografiar, nace del encuentro con un sujeto sobre el que nada se sabe y todo se imagina. ¿No es esa la norma al uso?

Ya tiene blog, ya existe una razón para seguir, que lo otro es deambular como tonto por lo oscuro, y ahora sí, es inexcusable desear lo mejor a sus amigos, aquellos que vienen por aquí y le desean feliz año. ¡Que todo siga bien, amigos míos!

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