sábado, 1 de agosto de 2009

Apunte de anochecer

Es inevitable. La tumbona tiene el respaldo totalmente echado para atrás y cuando la luz del atardecer pasa a ese no distinguir un hilo blanco de uno negro, como se dice en el Corán, se deja reposar el libro sobre el regazo y los ojos buscan el infinito más cercano, que es la línea del horizonte. Se revela el ocaso, la huida del sol, el ciclo diario de ese eterno retorno que el reloj ha encadenado en una serie histórica de días. Los ojos abiertos se embeben en esa amplitud que la escasa luz que sigue menguando convierte en mayor infinito aún. Sólo la luna testimonia una presencia de compañía; imperceptiblemente se moverá hacia la derecha y para verla habrá que girar la cabeza. pero no es moverse lo que apetece, ni un músculo, que lo que demanda este momento es la quietud que pueda disolver pensamiento y acción. Hasta que llega el frío de la noche y hay que abandonar el observatorio.

Por la mañana dos petirrojos revolotearon en cortejo el jardín. El día anterior, majestuosa, fue un águila en círculos, mientras un punto en la lejanía le aguardaba su pareja. En el anochecer del día anterior un sonido, como un lamento lejano, sobresaltó a Ana: "es como si llorara un niño", dijo y Samuel N..., que estaba tomando una copa de oporto, dijo que era un búho allí en el bosque. Era en verdad lastimoso el gemido, un prologado "buuu..." que venía a desvanecerse. Demasiados prodigios para permanecer obsesivamente silencioso, se dijo el Hombre del Prado.

Por la mañana ha recibido una llamada telefónica: Guillermo A..., que tiene una casa en el otro extremo del prado y con él que gusta hablar de libros y recuerdos, siempre dispares los de uno con los del otro: "no te veo por el Prado y S... me ha dicho que se ha muerto Goyerri. Chico, lo sentimos tanto". Hace solamente unos días Pepe, el de la excavadora del Ayuntamiento paró la máquina junto a él: "se me hace tan raro verle sin el perrillo". Victor H., se acercó en la calle para decirle que lo sentía mucho, lo de Goyerri, que ¿que tal lo llevaban? Ciro, el pastor alemán entra en el jardín y lo recorre a la carrera olisqueando hasta que llega a la cristalera del salón y allí se queda quieto mirando al interior. Samuel N..., su dueño, asegura que busca al perrillo que falta. El Hombre del Prado se pregunta si habrá tanta gente dispar que le encuentre a faltar, porque a fin de cuentas él no es sombra de nadie.

Mirando el hueco inmenso del anochecer cierra el libro después de marcar la página, doblando la esquina de la derecha superior; siempre lo hace así. En las librerías ni quiere coger los puntos de cartulina que regalan a puñados, porque acaban moviéndose de un lado a otro sin dar con su tinta entre las páginas de lectura. Hay cosas que nunca nacen paa cumplir su función. Coge el libro que tiene mediado y que es "El Judaísmo" de Hans Kung. Toma la pipa, el tabaco, el encendedor, las gafas, el teléfono, una copa vacía y ya las manos no pueden tomar nada más sino es en inestable equilibrio.

Bueno, le dice a Ana al entrar en la casa. Voy a retornar el blog, pero otro blog, otra cosa.... La verdad es que es solamente un vago deseo, porque no sabe que cosa puede ser que no haya sido ya.

5 comentarios:

  1. A mí siempre me gustó cambiar de cuaderno, abrirlo por la primera página, comenzar de nuevo.

    Un abrazo.

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  2. Yo me alegro mucho de volver a saber de ti.
    Un fuerte abrazo

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  3. YA ESTOY AQUÍ LUÍS, tengo la misma manera de marcar los libros, doblando la pesaña de la derecha. NOS SEGUIMOS LEYENDO.

    UN ABRAZO

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  4. DONDE PONE PESAÑA, SE ENTIENDE ES PESTAÑA

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  5. Jesús:
    Si, empezar una libreta siempre da un aire limpio y oxigenado a las ideas.

    Charo:

    Encantado de verte por aquí.

    Francesc:

    Pestaña, claro, pestaña. Gracias por aparecer por aquí.

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